viernes, 8 de octubre de 2010

sobre Krauze.

Una contribución más respecto a la conferencia de Enrique Krauze, esta vez por parte de una colega profesora de historia:

Dentro de la formación de foros y conferencias que se realizarán dentro del XXXIII Encuentro Nacional de Estudiantes de Historia, consideramos pertinente la cobertura de una amplia gama de temáticas y puntos de vista. Para mejor ejemplo de lo anterior, basta la denominación del mismo: La otredad de la realidad Mexicana. El Centenario y el Bicentenario.

El Encuentro debe ser justo eso. Un lugar en donde tengan la posibilidad de convivir, la mayor cantidad de puntos de vista y de temáticas que se desarrollan dentro del quehacer histórico.

Nosotros sabemos que dentro de éstas, la divulgación es un tema que no puede soslayarse. Desafortunadamente, es uno de los menos atendidos, no siempre porque así lo decidan los historiadores, sino más bien porque para la sociedad en la que nos desarrollamos la difusión de la historia no es una prioridad.

Sí, este año del Bicentenario está siendo rico en exposiciones, en ciclos de conferencias, presentaciones de libros, proyecciones de películas e innumerables eventos relacionados con la historia, en un desesperado intento por fomentar la unidad nacional, por ejemplo, y ustedes saben que muchas cosas más.

Dentro de este contexto, es que se realizó la invitación a uno de los historiadores que mejor ha sabido difundir su visión de la historia: el doctor (nos guste o no) Enrique Krauze. Sí, es un empresario, un hombre que ha hecho de la intelectualidad y la historia su mejor negocio; y en realidad, no entiendo porqué parece ser que esto último está penado por la academia, por lo menos, aquella representada por la UNAM, que generalmente esgrime ese argumento como la primera estocada a un ataque en contra de la autoridad académica de este historiador.

Sobre Krauze tenemos que considerar muchas cosas, la primera de ellas es su labor como vocero de la historia, a pesar de que lo hace más en Televisa que en canal 11 o TV UNAM; está también la institución que le otorgó el grado y que goza de un amplio reconocimiento en el campo de la investigación histórica: el COLMEX, finalmente, lo que ninguno de nosotros puede descartar y es su poca discreción al momento de expresar sus opiniones sobre la política nacional y manifestar abiertamente su postura por uno u otro partido o persona.

Es precisamente esto último lo que más se toma en cuenta al momento de descalificarlo. También es verdad que muchos de nosotros desconfiamos de sus trabajos e incluso, hemos llegado a encontrar algunos de ellos por completo apologéticos.

Los ejemplos de lo anterior pueden rastrearse claramente en La presidencia imperial y los artículos que son la crónica de la polémica sostenida entre Krauze y Lorenzo Meyer, luego de las elecciones de 2006, a través del semanario Proceso.

Sin embargo, hacemos la atenta invitación para comenzar a pensar más en términos históricos y menos en ideológicos, pues más allá de la derecha, el centro y la izquierda, la Universidad está enfrentando problemas que así jamás podremos solucionar y finalmente, se necesita de algo más que la resistencia (como historiadores es nuestra obligación ser concientes de ello) para cambiar las cosas.

El caso Krauze engloba perfectamente lo vicios que la propia UNAM ha fomentado y que hasta ahora, sólo le han traído atraso y rezago. Para ninguno de nosotros es un secreto que la institución es ejemplo del centralismo que impera en el país, del ostracismo intelectual y de la cerrazón que en ocasiones le ha impedido reformarse y convertirse en una institución más eficiente, al mismo tiempo que mantenga su carácter público y autónomo. Considero que para transformarla es necesario manifestarlo en todos los niveles con acciones concretas y un buen comienzo para lo anterior, puede ser dándole el micrófono a una persona con la que no tenemos absolutamente nada que compartir, salvo el oficio.

Se nos olvida, que Krauze es un ingeniero egresado de la UNAM, que ha tenido la fortuna de contar con el apoyo y los recursos para desarrollar su propia visión de la historia y difundirla, cuando la mayoría de quienes elegimos esta materia como profesión debemos conformarnos con platicarla entre nosotros y hacerla llegar a nuestros alumnos cada vez que impartimos una clase.

Es necesario aclarar que no expresamos esto con resentimiento de ningún tipo. Lo hacemos así, burdamente, porque no hay otro modo de ejemplificar lo que Krauze representa: en este país puede ser, ahora que falleció Monsiváis (quien además no era historiador), uno de los intelectuales más conocidos por toda la sociedad mexicana, sin importar su clase, posición, sexo y no sé cuantas cosas más, y sólo por eso, más allá de lo muy discutidas que puedan ser la calidad de su trabajo y sus ideas políticas, vale la pena incluirlo, escucharlo, y por supuesto, criticarlo.

Tenemos que aclarar que este escrito no está plagado de la jerga de la profesión porque así lo quisimos, por ello tampoco cuenta con un aparato crítico para defenderlo ni tampoco exponemos el contenido de su obra historiográfica, porque apelamos al sentido común de los miembros de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y de todas y cada una de las instituciones públicas que participan en este encuentro.

No podemos seguir aislándonos si queremos ser escuchados y estamos de acuerdo en que tampoco debemos vendernos al mejor postor. Pensamos que hay poder en la palabra y las acciones, que existe la necesidad de reformas estructurales, que es necesario fomentar la libertad de expresión; igual que ustedes consideramos que las actuales políticas económicas son un crimen de lesa humanidad, ya que promueven la perpetuación de la miseria y la ignorancia; criticamos a los medios de comunicación que desinforman y coartan nuestra capacidad de análisis; nos oponemos rotundamente al uso de la violencia y a la manipulación de las leyes, y de hecho, desconfiamos de muchas instituciones, sobre todo las que están relacionadas con la forma de gobierno, por obsoletas y corruptas…

El párrafo anterior es para que comprendan el espíritu que nos alentó para escribir estas líneas: la pluralidad, el diálogo, la oportunidad para demostrar que las cosas sí pueden ser diferentes.

Si queremos seguir dando prestigio a nuestra institución, comportémonos de acuerdo a aquellos ideales que defendemos. Vale la pena escuchar a Krauze del mismo modo que tiene derecho a ser escuchado Ricardo Pérez Monfort, y también debemos criticarlos y discutirlos si es el caso.

En lo absoluto pretendemos elogiar la actividad de Krauze, pero es necesario valorar y reconocer de manera crítica, que el prestarse a servir a la oficialidad y aceptar las consecuencias de ello es de valientes y de hombres, en el sentido de la palabra Mensch.

Por otro lado, cuando se le realizó la invitación a participar, él manifestó gran interés por debatir con los universitarios, por conocer sus críticas e intercambiar opiniones con ellos. Así que esta puede ser nuestra oportunidad.

Pensemos como historiadores y adquiramos conciencia social. No podemos permanecer aislados si esperamos servir eficientemente a la sociedad que nos ha pagado educación si no contamos con el conocimiento necesario, y conocer a quienes piensan diferente siempre nos ayudará a perfeccionarnos y hacer mejor las cosas y quizá, cambiarlas.

Lic. Diana Alejandra Dávalos Rayo, profesora de historia, investigadora y asistente editorial.

1 comentario:

  1. En una ocasión un compañero habló palabras de odio, incoherentes y desconsideradas hacia la obra de Enrique Krauze. La profesora le preguntó "¿alguna vez has leído un libro de Enrique Krauze?". Ante la negativa del alumno, la profesora sentenció que de todos los que juzgan o critican al antedicho historiador, la gran mayoría jamás lo ha leído.

    Es una realidad latente entre los estudiantes de historia, vivir una "inauténtica existencia" (el contenido es de Heidegger) y dejarse llevar por las modas intelectuales. En caso de existir una verdadera, real y congruente ideología dentro de la UNAM, es manipulada por personas con de espíritu intolerante, que sólo provocan divisiones al interior y una barrera al exterior.

    Enrique Krauze es un historiador con una sólida carrera, eso lo hace merecedor de compartir su experiencia como historiador; sus intenciones, el objetivo de su obra, quedan fuera de todo juicio de valor ya que no existe una sola persona que posea la autoridad moral para sentenciar favorable o negativamente.

    Tenemos derecho a criticar, no a juzgar. Pero ¿cómo criticar o debatir si se le cierran los espacios a quienes no comulgan con nuestras ideas?

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